Laura Bugarini
De muy joven, su característica fue la rapidez. Al iniciarse en la pintura de ollas en el estilo contemporáneo de Mata Ortiz, conservando referencias muy cercanas al estilo antiguo Casas Grandes, se distinguió entre sus hermanas y colegas de generación como pintora veloz. En un cambio de velocidad, en búsqueda de su identidad artística irrepetible, giró de la imitación de un estilo genérico al trabajo minúsculo de la perfección a la miniatura. Un trabajo pictórico cercano a la precisión del relojero: en su mesa dominan la escena una lámpara, lupa, cojín y guantes.
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Tanta energía empleada al detalle, expresivo como es, le valió el reconocimiento del “estilo Bugarini” delicado y precioso, que otros artistas han seguido, ilustrando casi microscópicamente las paredes de su cerámica.
Conoce plenamente todos los procesos de fabricación alfarera, desde la preparación del barro y levantado, pero se especializa en la pintura. Cada pieza es valiosa, por el preciosismo de su diseño. Esto permite que cuando, por circunstancias del oficio y la vida cotidiana, ocurre que una pieza se rompe (sea en el proceso de cocción o ya en las manos de su coleccionista) los fragmentos se atesoran e integran a otras piezas de diseño y accesorios: aretes, pulseras y anillos aplicados a bases de plata de Taxco. Cada pieza contiene una vida creativa que no se deteriora.
Su estilo no emplea ribete, es decir, consiste en una secuencia definida de líneas que una tras otra forman patrones gráficos –que pueden ser rellenados con color– que a veces codifican signos simples, pero frecuentemente forman patrones que a su vez dan pie a otras figuras en la composición. Como la luna, como un collar en las faldas de un ensamble cerámico.
Laura trabaja cuidadosamente y conserva pocas piezas en su inventario porque las comisiones que recibe continuamente de clientes marcan el ritmo de la comercialización. Ello se debe a su empeño profesional, a su trayectoria sólida y al reconocimiento que hace hacia otras mujeres ceramistas de Mata Ortiz, como su madre Guadalupe Cota y Lydia Quezada (hermana de Juan) que la inspiraron a buscar su propio lugar, un distintivo, su manera de ser.