Héctor Javier Martínez
La característica más importante del estilo de Héctor Javier Martínez es el dibujo. Domina un territorio gráfico e iconológico único en la cerámica hecha en Mata Ortiz que le hermana con el universo de artistas plásticos y gráficos que manifiestan una influencia indudable de la caricatura periodística mexicana del siglo XIX, particularmente de los ilustradores José Guadalupe Posada (1852–1913) y Manuel Manilla (1830–1895). La Catrina, la noche de muertos, trenes y camposantos, los esqueletos ilustrando las dinámicas del mundo vivo, la sátira y el desparpajo acuden a los escenarios que Héctor despliega en cada pieza.
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Las formas que emplea son elementales, sencillas, pero de una alta calidad: cántaros verticales de boca abierta, platos, ollas esféricas que se sostienen con un equilibrio frágil y claro. Integra lo mejor de dos mundos creativos: la cerámica ligera y contundente de Mata Ortiz y la riqueza narrativa que ofrece el juego monocromático del dibujo, entre el tinte superficial y la claridad terrosa del barro.
Héctor sostiene que vive a través de sus ollas. Se entrega durante días y semanas, esgrafiando y dibujando con una punta metálica los cerros, la vegetación, animales y seres fantásticos con los que crea relatos visuales. La concentración que requiere cada pieza le permite recordar los momentos que vivía mientras producía cada una de ellas. Son inolvidables, momentos personales que vivió al trabajar con dedicación y, a veces, ansiedad. Cuando se trabaja como él lo hace, no hay equivocación posible en el dibujo, no se puede borrar y editar, y la quema de las piezas se envuelve en incertidumbre. Si las ollas no sobreviven el fuego y se quiebran, la narrativa queda perdida y hay que volver a empezar.
Por esta razón cada obra es única y especial. En ocasiones, una vez que Héctor Javier ha terminado de dibujar, la pieza pasa a manos de Gabriela, su compañera, quien completa el trabajo haciendo la noche o el día (los cielos de cada escena) antes que ésta pueda someterse a la última parte del proceso. En esos casos, ambos firman la olla en su parte inferior, como un testimonio de amor y la colaboración.